lunes, 3 de enero de 2011

A contramano, por Javier Cernadas

Capital Federal (Agencia Paco Urondo,publicado por Diario BAE, 23/12/2010)

Ciertos analistas afirmaban años atrás que la Argentina tenía una política económica, un proyecto económico, que marchaba al revés del mundo, contrario a los exitosos modelos desarrollados por países denominados “serios”, como el autor titula esta nota, una Argentina que iba “a contramano”.
Como afirmaban estos economistas neoliberales, la Argentina realizaba un “aumento discrecional e ineficiente del gasto público lo cual iba en contra de la disciplina fiscal necesaria para que un modelo sea sostenible en el tiempo”. Sin embargo, este mal llamado aumento discrecional del gasto no era más (no es más) que una cada vez mayor inversión pública, pero a su vez cuidando la tan mentada disciplina fiscal sostenida por aquellos que durante sus gobiernos jamás pudieron concretarla.
Esto es, una elevada y creciente inversión pública vigilando el superávit fiscal, el cual a su vez está sustentado en parte en los ingresos provenientes de las “retenciones”. Este superávit fiscal además está acompañado por el superávit comercial que se viene registrando desde el inicio del modelo kirchnerista, superávit gemelos que constituyen una situación excepcional sin precedentes. Esta política llevada a cabo en Argentina desde 2003, redunda no sólo en una mejora en la calidad de vida a través de la inversión en materia social y la generación de infraestructura sino que a su vez es fuente primaria y secundaria de empleos brindando mayor fortaleza al mercado interno.
Por otra parte, los falsos augurios acerca de que las políticas aplicadas primero por Néstor Kirchner y ahora por Cristina Fernández nos llevarían a un nuevo 2001 manifestaron la insensatez con la que pueden realizarse análisis económicos tan alejados de la realidad como cercanos a los intereses de los grupos concentrados de la economía.
Ejemplos de estas crónicas falaces pueden ser las predicciones de grandiosas corridas cambiarias que dispararían el valor del dólar, la falta de recursos para hacer frente a los vencimientos de la deuda pública, la caída del consumo interno por disminución del salario real, la desocupación y una caída en el nivel de actividad.
Otro caso de estas deliberadas y malintencionadas profecías ocurrió durante el verano pasado cuando se decidió aplicar reservas al fondo de desendeudamiento. Ante esta decisión política de no pagar los servicios de la deuda con más deuda sino que por el contrario hacerlo con recursos propios, la oposición y el establishment financiero, utilizando como pantalla a los monopolios mediáticos, pronosticaron el desplome de las reservas, inflación, emisión desmedida, pérdida de respaldo de la base monetaria y corridas bancarias.
Ante estos miramientos no hubo mejor rebatimiento que la realidad, luego de haber cumplido con los vencimientos de la deuda, las reservas no sólo que no disminuyeron sino que se incrementaron llegando al record histórico de 52 mil millones de dólares. Del mismo modo, se desaceleró la fuga de capitales, la inflación siguió siendo moderada, el tipo de cambio continúa siendo competitivo y se mantiene controlado por el BCRA, la desocupación continúa en descenso y la economía crece a un ritmo del 9 por ciento anual. Por último, el consumo interno (uno de los pilares del modelo) sigue en constante crecimiento llegando este mes a valores record.
Mientras que en muchos países la crisis financiera internacional hundió la banca y las finanzas, en la Argentina los bancos alcanzaron ganancias record y el sistema alcanzó resultados sin precedentes gracias a la política activa del BCRA en la plaza cambiaria, la cual a su vez permitió acumular suficientes reservas como para soportar la segunda embestida de la crisis internacional sin ningún impacto en las finanzas del país.
Esto es ir a contramano, superávit comercial, superávit fiscal, desendeudamiento, aumento de salarios y crecimiento del empleo en contraposición al déficit fiscal y comercial, al endeudamiento, al crecimiento del desempleo y los recortes en los salarios que se viven en países admirados y puestos como ejemplo por los economistas del establishment, tales como los países europeos.
El impacto de la crisis financiera y de los millonarios planes de salvataje no dejaron a ningún país a salvo: después de Grecia, Irlanda se convirtió en el segundo país en recurrir al rescate condicionado por parte de la Unión Europea y el FMI. Sin embargo, estos países no son los únicos que aplican políticas fiscales contractivas, también Portugal, Italia y España y países que no son periféricos como ser Francia y el Reino Unido.
Ante la crisis, los “exitosos” países europeos optaron por aplicar medidas tendientes a salvaguardar al sistema financiero sin tener en cuenta lo que ocurre en la economía real y en las finanzas públicas, garantizando así el cumplimiento de los vencimientos de deuda en el corto plazo. Estas soluciones deflacionarias aplicadas implican una reducción de la inversión pública en materia social, una abrupta caída en la inversión privada agravando de esta forma el problema de demanda y un aumento del conflicto social que profundiza aún más la recesión.
Precisamente, así fue que cuando el mundo entró en crisis la fortaleza del modelo argentino, ese que iba a contramano del mundo, permitió soportarla viendo afectados levemente sus indicadores económicos, los cuales rápidamente volvieron a los valores anteriores a la debacle financiera. Esto pudo darse gracias a las políticas de fortalecimiento del mercado interno y acumulación de reservas que permitieron a la Argentina no depender de los mercados financieros internacionales y llevar a cabo políticas anticíclicas para contrarrestar los efectos de la crisis.
Por su parte, la tan cuestionada inflación fue relativizada por el Premio Nobel de Economía Paul Krugman quien afirmó que la inflación moderada que vivimos “claramente es mejor que la situación de depresión y deflación que aqueja a varios países, debido a la crisis”.
En cuanto a este tema, en Argentina debemos tomar conciencia de que es fundamental para garantizar la sustentabilidad del modelo de crecimiento con inclusión social, cuidar de no caer en la trampa que proponen ortodoxos economistas, quienes embanderados en la inflación pretenden “enfriar la economía” a través de un aumento en la tasa de desempleo y el congelamiento de salarios.
En este sentido, es falsa la premisa de que los aumentos salariales provocan inflación, ya que la incidencia de la mano de obra es cada vez menor en la formación de los costos de las empresas. Es por esto que no hay que buscar las causas de la inflación en las subas de salarios sino en el grado de concentración de la economía en pocas empresas que se constituyen en fuertes formadores de precios.
La antítesis de esta situación se vive en los países denominados “serios y confiables”, como pueden ser algunos miembros de la UE, quienes ven como los precios se desploman debido a un consumo cada vez menor a causa de que al mismo tiempo que se acude al rescate del sistema bancario, se aplican los planes de ajuste recomendados por el FMI a través de un notable aumento del desempleo y medidas que reducen salarios y jubilaciones.
Hoy Europa sigue en crisis y se continúan aplicando las típicas recetas neoliberales de recorte del gasto público que hunden aún más a los países, y que llevan irremediablemente a una crisis más profunda en un futuro no muy lejano a cambio de salvar en el corto plazo a los grandes grupos concentrados de la economía y a los mercados financieros en detrimento del conjunto de la sociedad.
Creer que la solución a una crisis puede hallarse en planes de ajuste y mayor endeudamiento es una ilusión, ya que provoca una reducción del producto, la inversión y el consumo, lo cual implica la imposibilidad futura para el repago de la deuda sin otra salida que un nuevo plan de ajuste generándose así un ciclo vicioso que finiquitará indefectiblemente en una crisis mucho más intensa.
Entonces es ahora, luego de soportar años de críticas y falsas profecías, que queda más que claro quien iba a contramano, quien iba por el camino correcto y quien no, y lo importante que fue forjar nuestro propio modelo de desarrollo e ir en una dirección distinta a la de los países supuestamente exitosos que hoy muestran los pésimos resultados de su política económica.

El autor es integrante del Grupo de Estudio de Economía Nacional y Popular (GEENaP), www.geenap.com.ar(Agencia Paco Urondo)

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