jueves, 23 de septiembre de 2010

Romper con el mercantilismo nacional, por Juan Santiago Fraschina

Capital Federal (Agencia Paco Urondo, publicado por Buenos Aires Economico 17/09/2010)

La escuela mercantilista tuvo su período de auge en Europa entre los siglos XV y XVIII en plena expansión del comercio exterior y de los comerciantes. La idea central de los mercantilistas era que la riqueza estaba constituida por los metales preciosos (oro, plata y bronce) y que, por lo tanto, el objetivo de todo país era acumular la mayor cantidad de metales preciosos posibles.
En este sentido, la mejor manera de aumentar el acervo de metales preciosos (al ser la moneda universalmente aceptada en ese momento histórico) era a través del comercio exterior a partir de exportar la mayor cantidad de mercancía e importar lo menos posible. En efecto, exportar implicaba entrada de metales preciosos e importar constituía salida de oro, plata y bronce.
Por lo tanto, para esta escuela el concepto central era el de la balanza comercial (exportaciones menos importaciones). La balanza comercial puede tener dos resultados: a) que las exportaciones sean mayores a las importaciones, esto es, superávit comercial; b) que las ventas externas sean menores a las importaciones, es decir, déficit comercial.

La balanza comercial superavitaria se traduciría entonces en acumulación de metales preciosos y en un enriquecimiento nacional. En contraposición, el déficit comercial implicaría la salida y desacumulación de metales preciosos y el consiguiente empobrecimiento del país. De esta manera, según los mercantilistas, los países –en su afán de aumentar la riqueza nacional– debían tender a conseguir un superávit comercial que le permitiera incrementar la cantidad de oro, plata y bronce.
Para este objetivo el papel del Estado era fundamental. Efectivamente, el intervencionismo del Estado en la economía era imprescindible para los mercantilistas para lograr una balanza comercial positiva y permitir, de esta forma, la entrada de metales preciosos. En la concepción mercantilista, cuanto más fuerte era el Estado más rica era la nación.

Sin embargo, el único objetivo que debía tener la intervención estatal para esta escuela económica era el aumento permanente de las exportaciones y la reducción constante de las importaciones, para lo cual recomendaron un conjunto de políticas económicas que debía llevar a cabo el Estado nacional.

Por ejemplo, para los mercantilistas era fundamental el proteccionismo para evitar un crecimiento de las importaciones y de esta manera reducir la salida de metales preciosos y el empobrecimiento del país. Por lo tanto, el establecimiento de aranceles a las importaciones por parte del Estado nacional era una política central para esta escuela.

Por otro lado, también recomendaron una serie de políticas para incrementar lo máximo posible las ventas externas. La creación de monopolios comerciales (una sola empresa por cada región con la cual se comercie) para evitar la competencia interna y de esta manera establecer el precio lo más alto posible para lograr la mayor entrada de metales preciosos.

Esta escuela económica se oponía a la competencia entre las empresas comerciales del mismo país debido a que generaba la reducción de los precios beneficiándose exclusivamente los países compradores que podían adquirir las mercancías a un precio reducido, pero perjudicándose el país vendedor porque eso se traducía en la entrada de una cantidad menor de metales preciosos.

Por lo tanto, para evitarlo, los mercantilistas recomendaron la consolidación por parte del Estado nacional de los monopolios comerciales pudiendo establecer los precios lo más elevados posible. Si bien se perjudicaba el país comprador, al tener que pagar un precio más alto por los productos, se terminaba beneficiando el país vendedor al recibir, debido al aumento del precio de los productos, una mayor cantidad de oro, plata y bronce y de esta forma la mayor acumulación de riqueza.
Pero si bien de esta manera se eliminaba la competencia interna, podría suceder que se compita con otra empresa comercial de otro país. De nuevo, esto generaría una competencia que se traduciría en una reducción de los precios. Ante esta situación los mercantilistas propugnaban por lo que se denomina como dumping, es decir, reducir los precios por debajo de los costos. Dicho de otra manera, según esta escuela económica, ante la competencia externa los monopolios comerciales debían funcionar a pérdida para destruir a la otra empresa comercial y volver a transformarse en la única empresa que vende a ese mercado.

Ante el dumping, el Estado debía ser el encargado de financiar a las empresas comerciales para cubrir la pérdida generada. Incluso, si la otra empresa comercial también hacía dumping ganaría aquella que tuviera detrás suyo al Estado más fuerte y poderoso que le permitiera financiarla por un tiempo más prolongado. Esto demuestra el objetivo central de la intervención del Estado en la economía para los mercantilistas: ganar la mayor cantidad de mercados externos posibles.
También recomendaron el incremento de las reexportaciones, esto es, comprar barato un producto en un país para luego venderlo más caro en otro. En este sentido, si bien la reexportación se traducía en una salida de metales preciosos para la compra de productos en otro país, al final del circuito comercial terminaban entrando más metales preciosos de los que salieron. Por lo tanto, las reexportaciones también implicaban un aumento de la acumulación de riqueza. Nuevamente, para llevar a cabo esta política económica era central el papel del Estado en la construcción de la flota naval necesaria para la reexportación.

Por último, otra de las políticas recomendadas por los mercantilistas era el aumento constante del saldo exportable, es decir, de las mercancías disponibles para las exportaciones. El saldo exportable es la diferencia entre la producción y el consumo interno. Por lo tanto, existen dos formas para incrementarlo: aumentando la producción y reduciendo el consumo interno.
En el corto plazo, donde es difícil conseguir un crecimiento de la producción, el aumento del saldo exportable se debe fundamentalmente a la reducción del consumo interno.

De esta manera, el aumento del mercado interno es contraproducente según los mercantilistas debido a que disminuye la cantidad de mercancías disponibles para las exportaciones. Incluso, recomendaban la reducción del consumo interno que permitiera aumentar la disponibilidad de productos destinados a las ventas externas y de esta forma conseguir la entrada de la mayor cantidad posible de metales preciosos.

En resumen, para la concepción y lógica mercantilista las economías deben estructurarse alrededor del mercado externo, siendo el crecimiento del consumo y del mercado interno contraproducente para el aumento de la riqueza nacional. Es cierto que existen algunos postulados del mercantilismo que fueron avanzados incluso para la actualidad. Por ejemplo, para esta escuela económica únicamente se debían importar materias primas que luego fueran manufacturadas internamente y que sean exportadas pero con un mayor valor agregado, lo cual implicaría una mayor entrada de metales preciosos de los que salieron con la importación de los insumos.

En la Argentina se consolidó, a lo largo de la historia, un mercantilismo miope que sólo rescata la peor parte de su teoría. En efecto, los dueños de la tierra y los productores de alimentos en la Argentina rescatan únicamente la idea de estructura la economía nacional en torno del mercado externo, pero además propugnan por la exportación de la mayor cantidad de mercancías posibles sin valor agregado.

En la actualidad, las entidades agrarias pretenden que la economía argentina centre su crecimiento económico sobre la base de exportaciones de productos primarios y básicamente de soja. Para este sector económico, aprovechar el contexto internacional de altos precios de los alimentos significa incrementar en forma permanente el saldo exportable como pretendían los mercantilistas. En este sentido, para las patronales agrarias el crecimiento del consumo de los argentinos de alimentos no es funcional a su lógica económica de exportar productos sin valor agregado.

Es por eso que se oponen rotundamente al nuevo modelo de desarrollo instaurado en el 2003, que implicó un aumento significativo del consumo interno a partir de la reducción de la desocupación como resultado del proceso de reindustrialización de la economía argentina, el aumento constante de las jubilaciones, el incremento de las remuneraciones de los trabajadores como resultado del retorno de las convenciones colectivas de trabajo, la suba de la inversión pública, los planes sociales como la cooperativas de trabajo y la asignación familiar por hijo, entre otras medidas. Este crecimiento del mercado interno se traduce en la necesidad de que los productores de alimentos deban destinar una gran parte de su producción al mercado interno, y reducir de esta manera su saldo exportable y su rentabilidad extraordinaria.

Entonces, según las entidades agrarias, aprovechar el contexto internacional es “venderle al mundo lo que el mundo necesita: alimentos”; lo cual significa aumentar el saldo exportable de alimentos a costa del consumo de los argentinos. Esto es el mercantilismo nacional míope: estructurar la economía argentina sobre la base del mercado externo, pero además, y a diferencia de los mercantilistas, sin ningún valor agregado.

Del otro lado, el modelo económico actual propugna por el aumento permanente del mercado interno como motor del crecimiento y por el incremento de las exportaciones de bienes manufacturados con un fuerte componente de trabajo nacional y desarrollo tecnológico. Porque aprovechar el contexto internacional no es vender lo que los países desarrollados consumen, sino más bien producir y exportar lo que los países centrales producen y exportan.

El autor es Economista del Grupo de Estudio de Economía Nacional y Popular (GEENaP). www.geenap.com.ar
(Agencia Paco Urondo)

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