jueves, 25 de marzo de 2010

Las tres recetas para combatir la crisis, por Roberto Feletti

Capital Federal (Agencia Paco Urondo, publicado en Ámbito Financiero) La crisis internacional determinó que numerosos países impulsaran paquetes de estímulo monetario y fiscal destinados a contrarrestar sus impactos. Éstos, al cabo de un año, deben ser evaluados por sus efectos sobre el nivel de actividad y la preservación del empleo. Las que se asentaban en la expansión monetaria para dar liquidez al sistema financiero e impedir una cesación de pagos generalizada -como fue el caso de EE.UU. y el Reino Unido- alcanzaron a frenar una ruptura de la cadena de pagos y un deterioro más profundo de sus economías, pero no fueron útiles para recuperar los niveles de empleo previos a la crisis ni la demanda efectiva privada.

Otra alternativa fue la adoptada por la zona del euro, cuyo criterio se basó en alterar las reglas originales de Maastricht. Se permitieron desequilibrios fiscales por encima de las metas, pero acompañados de una política monetaria restrictiva que preservara el valor del euro frente a otras monedas. De este modo, se profundizaron las asimetrías existentes entre los países más competitivos liderados por Alemania, frente a los menos, como Grecia y España.

Un tercer grupo de países, estando mejor posicionados frente a la crisis por su consistencia macroeconómica y por su bajo nivel de exposición a las burbujas de activos financieros y/o reales, aplicaron políticas fiscales expansivas aceptando una depreciación de la moneda para proteger su mercado de la volatilidad internacional. Aquí se destacan China y la Argentina, porque encabezan cuantitativamente los ranking en la implementación de paquetes de estímulo orientados a sostener el nivel de demanda interna -esencialmente la proveniente del salario-. Esto atenuó los impac-tos de la crisis, propiciando un veloz repunte de sus economías.

Dudas

Si analizamos los resultados, se plantean dudas acerca de una salida inmediata de los países desarrollados, acompañada por un descenso del desempleo e incremento de la demanda masiva. En el seno del G-20 se han comenzado a esbozar algunas estrategias. En este debate se plantean dos tendencias, la primera, mayoritaria, es asumir un período de un lustro de recuperación moderada y escasa creación de empleo, hasta tanto se puedan cerrar los desequilibrios externos y fiscales de las economías más desarrolladas. Frente a ésta, otra plantea una fuerte expansión de la demanda interna a partir de incentivos directos, asumiendo que el deterioro de los equilibrios macroeconómicos necesariamente va a plantear una reconfiguración del sistema monetario internacional y de los tamaños de las principales economías del mundo. Esta última tendencia basa su planteo en la inviabilidad política de sostener niveles de deterioro social prolongados y desempleo.

Para la Argentina, afortunadamente ese debate está saldado. No se plantea ningún esquema de consistencia macroeconómica que no contemple el firme sostenimiento del nivel de actividad, el consumo masivo y la creciente participación asalariada en la distribución del ingreso. Aquí es necesario detenernos en el camino recorrido hasta 2009 y sobre el que resta. Como ya se señaló, la política económica argentina se centró el año pasado en un fuerte esfuerzo fiscal -que contempló inversión en infraestructura, protección del empleo y expansión del gasto social-. Los estímulos a la demanda y al consumo impidieron un deterioro del nivel de actividad, lo que permitió que en un año complejo el crecimiento estimado fuera del 0,7% y un desempleo abierto del 8,4%.

Hacia adelante, las perspectivas son muy favorables. En efecto, cualquier análisis de las variaciones interanuales enero 2010/ enero 2009 arrojan incrementos en el nivel de actividad, que proyectados hacia el final de 2010 determinan un crecimiento del PBI superior al 5%. El nivel general de evolución industrial en el lapso señalado es del 5,2%, con fuertes incrementos sobre ese promedio en automotores (66,7%), caucho y plástico (33,1%), textiles (18,2%), industrias metálicas básicas (13,5%). Lo mismo si se considera la producción de toneladas de acero, cuya variación anual es del 18,6%, o el consumo de electricidad industrial, que crece un 7,5%. Estos resultados tienen su correlato en las exportaciones. Sumado a que nuestros principales socios comerciales no fueron gravemente impactados por la crisis, tanto el nivel de precios como el de la producción local le confieren alta sustentabilidad al sector externo. Para citar como dato, la expectativa de producción de toneladas de soja de la campaña 2009-2010 es de 52 millones y 18 millones para el maíz (en la campaña 2008-2009 se produjeron 31 millones y 13 millones, respectivamente).

El trabajo de sostenimiento y expansión de la demanda ha dado resultados, pero ha encontrado límites en otro de los componentes principales del producto: la inversión. A lo largo de 2009, la inversión bruta interna fija experimentó una caída en términos reales con cifras negativas en los cuatro trimestres del año, siendo compensada en su globalidad por el esfuerzo de la inversión pública.

Retracción

La incertidumbre provocada por la crisis internacional y el año electoral forzó una retracción de la inversión que se materializó en un incremento del ahorro en moneda dura. La consecuente salida de capitales no se tradujo en una desmonetización de la economía, pero alcanzó u$s 14.500 millones durante el primer trimestre del año. Para intervenir sobre ese problema y crear condiciones favorables para el relanzamiento de la inversión, se articuló un programa cuyo objetivo era crear certezas en los decisores económicos. La principal, que la Argentina iba a asumir los compromisos de deuda pública de 2010, sin afectar el nivel de actividad interno, por la vía de un ajuste fiscal, ni alterando la inserción internacional que permitió el buen desenvolvimiento de nuestro comercio.

Esto supone, en primer lugar, resolver los problemas residuales del default provocados en 2001, después del gigantesco sobreendeudamiento del país. La posibilidad de que tanto el sector público como el privado regularicen su situación con el mercado financiero internacional opera como una señal poderosa para quienes ven sus ahorros en moneda dura languidecer en alguna cuenta no remunerada o en el fondo de una caja de seguridad. En segundo orden, la decisión de impulsar como presidenta del Banco Central a una funcionaria que, además de idoneidad moral y técnica tiene una sólida formación desarrollista, planteaba una opción nítida por recuperar el crédito de inversión y equipamiento, ausente tras largas décadas. Y finalmente, el tercer factor es introducir el concepto de reservas internacionales excedentes, para poder aplicarlas al proceso de desendeudamiento en una primera etapa, y profundizar los rasgos de solvencia externa, y política fiscal expansiva, posteriormente.

El programa económico delineado define un sendero similar al de los países exitosos en la última década: mercado interno robusto, adecuada inserción regional e internacional, y sustentabilidad macroeconómica. (Agencia Paco Urondo)

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