lunes, 22 de marzo de 2010

La comunidad organizada, por Francisco Pestanha

Capital Federal (Agencia Paco Urondo, en Agenda de Reflexión)



“Quería yo la unidad nacional para que, cuando fuera necesario sufrir, lo sufriéramos todos por igual, y cuando tiempo de gozar, lo gozaríamos todos por igual también”

Juan Domingo Perón, 1973

En la edición del 29 de noviembre de 1951 del Diario Democracia, órgano periodístico que acompaño la labor de su gobierno[1], Perón escribe un texto que titula: “Una Comunidad Organizada”. Recordemos que los orígenes de la obra que se conoce bajo ese nombre, se remontan a aquel memorable discurso del entonces Presidente de la Nación en oportunidad de la clausura del Primer Congreso Nacional de Filosofía acontecido en el año 1949 en la provincia de Mendoza, y cuya versión completa, “fue publicada posteriormente, ya que en la exposición hecha en tal oportunidad no fue leída en su totalidad”[2]. Según la opinión de Oscar Castellucci, los primeros 16 capítulos del texto publicado en el primero de los tres tomos que recogieran las “Actas” del encuentro, son una inserción posterior, realizada ex profeso de la edición oficial de 1950.

Más allá de tales circunstancias, resulta indudable que aquella pieza contuvo ciertos principios de una verdadera doctrina, “dentro de una amplia exposición del pensamiento filosófico de todos los tiempos.”[3] En tal sentido, se afirma que “en su pensamiento, estuvieron fundadas la idea de democracia, de justicia social y el principio de función social de la propiedad que consagró la Constitución de 1949, adaptados a la realidad argentina y enunciados en un marco de adhesión popular”[4]. No hubo, en oportunidad de presentar la obra, intención por parte de Perón de esbozar una pieza filosófica, sino más bien la de exponer una idea sintética de base filosófica respecto a lo que representaba sociológicamente la tercera posición.”[5]

Al presentar dicho esbozo, alegó el fundador del justicialismo: “No tendría jamás la pretensión de hacer filosofía pura, frente a los maestros del mundo en tal disciplina científica. Pero, cuanto he de afirmar, se encuentra en la República en plena realización. La dificultad del hombre de Estado responsable, consiste casualmente en que está obligado a realizar cuanto afirma”[6]. En el discurso, señaló además una cuestión de cardinal importancia en lo que atañe a la cuestión doctrinaria: “El movimiento nacional argentino que llamamos justicialismo en su concepción integral, tiene una doctrina nacional que encarna los grandes principios teóricos de que os hablaré en seguida y constituye a la vez la escala de realizaciones, hoy ya felizmente cumplidas en la comunidad argentina.”[7]



Coincidiendo con aquellos autores que sostienen que alguna cierta ambigüedad que se desliza en el texto, “se enraíza en una larga tradición de la filosofía como tal, y del pensamiento americano en especial“[8], y además que sin lugar a dudas, la Comunidad Organizada es “el punto de partida obligatorio de cualquier lectura de la obra de Perón”[9], y en tanto, el alfa de la doctrina peronista[10], compartimos también la idea de que “la primera eficacia de la comunidad organizada reside en su valor de gesto, esto es, “en la posición de la filosofía como base de una acción de gobierno y de institución de un proyecto en forma explicita y publica”. Es esta íntima relación entre pensamiento y acción la que en mayor o menor medida representara al primer peronismo: “trasciende (la Comunidad Organizada) de ser un mero discurso de circunstancia, cuando informa las transformaciones profundas que el Justicialismo, en lo espiritual y en lo material, ha traído a la Patria.”[11]

La relación pensamiento-acción en, en Perón, de raigambre vital. Quien fuera tres veces presidente de la Argentina es esencialmente un hombre público que asume sobre sus espaldas el desafió y la responsabilidad de conducir la profunda transformación de un país en el que, durante décadas anteriores, se había operado una profunda revolución estético, cultural y científica[12], que estuvo atravesada por el interrogante respecto a la identidad colectiva, y en tanto, por la cuestión de la nacionalidad.

Durante las primeras décadas del siglo pasado, una profunda revolución artística, ética y estética comenzaba a producirse en todo el país. Era la protagonizada por la llamada “Generación Décima”, que reaccionó agudamente contra el coloniaje y se propuso la búsqueda de un sentido colectivo. Se afirma, en tal sentido, que “la revolución estética y el nacionalismo cultural se expresarán a través de una innumerable cantidad de artistas y autores, en todos los campos del quehacer estético-cultural”. En este sentido resulta emblemático mencionar en este ensayo, ya que resultaría imposible hacer honor a todos los que se lo hubieran merecido, Los bellos paisajes de La Boca de Benito Quinquela Martín y los motivos camperos de las caricaturas de Florencio Molina Campos que conectarán la belleza visual con el sentimiento popular. Esta nueva sensibilidad de minorías y mayorías se verá reflejada, también, en el desarrollo de la música popular argentina (…) la mención de Carlos Gardel, Ignacio Corsini, Agustín Magaldi, Azucena Maizani, Rosita Quiroga, Esteban Celedonio Flores, Francisco Canaro, Pascual Contursi, Enrique Cadícamo, Enrique Santos Discépolo, entre tantos otros, nos exime de mayores comentarios. El teatro nacional tuvo a Armando Discépolo, Alberto Vacarezza, Samuel Eichelbaum, Luis Arata, entre otros destacados cultores. Juan Alfonso Carrizo y Carlos Vega hurgarán en las raíces de nuestro folklore. Carlos Gilardi, Luis Gianneo y Juan José Castro seguirán la línea de las dos generaciones anteriores en la expresión del llamado nacionalismo musical.

Ese verdadero cauce cultural generado por las progenies anteriores, más las condiciones materiales de exclusión[13], y la acción Británica en el Río de la Plata, confluyeron allí, determinando una epopeya que alteró sustancialmente la vida de los argentinos. En ese preciso marco es en el que Perón, “conecta sus incursiones en la filosofía con su destino de hombre público y con la originalidad de la doctrina cuya base filosófica pretende exponer, no como filosofo profesional sino como realizador político.”[14] Y lo hace en plena conciencia de “que la dificultad del hombre de estado responsable consiste casualmente en que esta obligado a realizar cuanto afirma.”[15]

La “comunidad organizada” es concebida en un clima epocal caracterizado por antagonismos de sistemas opuestos y de clases, y emerge como una propuesta de armonización entre los intereses individuales y colectivos en el marco de una organización estadual que asegure la dignidad de todos, y de una democracia real, donde el único verdaderamente soberano y protagonista es el pueblo. Pero además, dicha “comunidad organizada”, emerge como respuesta y propuesta a otra antítesis de la época, ya que “evidenció una exacta comprensión del conflicto latente que se establecía por entonces, entre el adelanto científico-tecnológico por un lado, y la preservación y exaltación de los valores de la dignidad del hombre, por el otro.”[16]

La Comunidad Organizada a la que refiere Perón constantemente constituye, a la vez, una Nación cuyo concepto presupone indefectiblemente la inclusión del pueblo concreto. Cabe señalar al respecto, que una de las fuentes sobre las que abreva Perón es la producción teórica de la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (F.O.R.J.A). Como quedara asentado en publicaciones anteriores sobre el tópico[17], las ideas de F.O.R.J.A.[18] nunca fueron ajenas a Perón, y los textos de Scalabrini Ortiz, Jorge del Río y José Luis torres[19], editados por la agrupación, se constituyeron en lectura corriente de ciertos cuadros de la logia militar impulsada por Perón (el G.O.U.).

Una de las grandes conquistas conceptuales de FORJA, en especial de Raúl Scalabrini Ortiz, es aquella que plantea la incorporación del pueblo concreto -las mujeres y los hombres corrientes- al concepto de Nación.

Respecto a la cuestión nacional, Perón sostenía: “En la noción clásica se ha entendido a la Nación como la entidad integrada por población, territorio y gobierno, y al Estado como la Nación jurídicamente y políticamente organizada. Pareciera ser, por lo tanto, que bastan estos conceptos para calificar a la comunidad organizada en el sentido que estamos considerándola. No es así. La diferencia esencial se da en el hecho de que la concepción liberal califica, por un lado, al individuo, y por el otro, a la organización superior. Además, sólo reconoce, prácticamente, el papel de las organizaciones intermedias denominadas partidos políticos. En la acción concreta las organizaciones intermedias que responden a grupos sociales o profesionales han sido calificadas como correspondientes a una concepción corporativista del Estado. (…) La configuración política de esta comunidad organizada implica la creación de un sistema de instituciones políticas y sociales que garanticen la presencia del pueblo en la elaboración de las decisiones y en el cumplimiento de las mismas.”[20]

El lo que refiere estrictamente a texto incluido en esta obra, cabe señalar que algunos autores sostienen que el artículo publicado en Democracia es el que fija incontrastablemente la idea de “comunidad organizada”. A tal efecto, se sostiene que la comunidad organizada aparece aquí como “una comunidad de familias, entendida como la primera organización social del hombre”[21]. En sintonía, se afirma que la “comunidad está fundada en la proximidad, que es al mismo tiempo proximidad física y espiritual. Es un agrupamiento espontáneo y natural, anterior al individuo en el que encuentra el sentido y la realización de los valores de un Pueblo. No puede crearse una Comunidad simplemente se pertenece a ella[22]. Esta definición traza, en primera instancia, un alejamiento conceptual entre comunidad y sociedad, ya que esta última “constituye un agrupamiento voluntario, fundado en un contrato por la adhesión voluntaria de sus miembros, para proteger los “intereses” comunes y las ventajas” que se puedan obtener al pertenecer al grupo societario.”[23]

Perón concibe a la comunidad organizada como un todo orgánico y espontáneo, donde la misión común que persiguen el Estado y el Pueblo, se constituye en el objetivo central; debe, por tanto, establecerse previamente, para en un acto posterior poder organizar los diversos componentes en función de ese fin. El establecimiento de la “comunidad organizada” es consecuencia de su fin último.

Por otra parte, dicha Comunidad, para Perón, es un agrupamiento humano sujeto a valores. La preocupación por la cuestión de los valores humanos es esencial para un Perón que escribe este texto en un marco histórico plagado de antagonismos y pérdida de valores clásicos, sosteniendo que “los valores morales han de compensar las euforias de las luchas y las conquistas, y oponer un muro infranqueable al desorden.”[24]

Dentro de la escala, con reminiscencias claramente evangélicas, el amor al prójimo ocupa el primer lugar: “el amor entre los hombres habría conseguido mejores frutos en menos tiempo del que ha costado a la humanidad la siembra del rencor”. Al respecto, se indica con certeza Perón consideraba al Hombre como portador de valores máximos, como células del bien general, y que era la hora de devolverle al hombre la fe en su misión, inserto en “La Comunidad Organizada a la que debemos aspirar, donde la libertad y la responsabilidad son causa y efecto, en que exista una alegría de ser, fundada en la persuasión de la dignidad propia.”[25]

Un tópico sumamente interesante, lo constituyen las reflexiones que Perón realiza respecto a la libertad. Al concepto de libertad individual que sustenta el liberalismo clásico, el conductor del justicialismo le contrapone la libertad situacional[26], una concepción verdaderamente comunitaria de dicho valor. La libertad del individuo presupone anteriormente la libertad del conjunto. No hay sujetos verdaderamente libres en una comunidad que no lo es. De esta forma, Perón “interpretaba con razón que es muy dificultoso para la persona lograr cierta plenitud o realización en un ámbito inhóspito, refractario o simplemente indiferente. Esa idea la plasmó en una frase que hasta hoy se repite como un acierto de su pensamiento: `Es muy difícil que un hombre pueda realizarse en una comunidad que no se realiza.”[27]

En el articulo publicado el día 3 de febrero de 1951 en el diario Democracia, Perón ahonda en su visión respecto a este valor de carácter situacional, señalando que: “Entiendo que hay dos clases de libertad: la libertad de las naciones, basada en la libre determinación de los pueblos, en la soberanía política y en la independencia económica, y la libertad del hombre, consistente en el respeto de sus derechos y el cumplimiento de sus deberes. Hay, pues, una libertad esencial: la colectiva, y otra que es su consecuencia: la individual. Ello es indiscutible, desde que nadie puede presuponer hombres libres en una nación esclava. Precisamente de ahí parte el Justicialismo cuando, por extensión, afirma que la libertad del hombre en un régimen de explotación, como el comunismo o el capitalismo, es simplemente una ficción. El hombre sólo puede ser libre si se desenvuelve en un mundo libre. Algunos pretenden que los hombres pueden ser libres en una colonia de dominio político o económico. Tesis imperialista tan falaz como cuando el comunismo sostiene que las naciones satélites detrás de la cortina son también pueblos libres de hombres libres.”[28]

En una comunidad organizada, el rol del Estado es fundamental. Es un Estado actor y protagonista, no reducido a un simple agente que garantice el funcionamiento de las leyes del mercado, y menos aún, que responda a intereses sectoriales. Pero a la vez, se rechaza el Estado omnipotente, represor de las iniciativas de los individuos y de las organizaciones. Perón, al respecto, sostenía lo siguiente: “No aceptamos la explotación del hombre por el hombre y menos aceptamos la explotación del hombre por el Estado. Creemos, sí, que la sociedad modernamente organizada debe ser una colectividad en la que el hombre sea atendido y ayudado por el hombre y los hombres atendidos y ayudados por el Estado.”[29]

* Publicado en “Política y Estrategia”( 1951-1953) .Vigencias y herencias. Juan Domingo Perón. Ediciones FABRO- IMA. Colección Liberación Nacional


[1] La publicación fue clausurada por la Revolución Libertadora, pero volvió a editarse entre 1958 y 1962 durante el gobierno de Arturo Frondizi. El diario, asimismo, hizo una fugaz reaparición en marzo de 1973.

[2] Oscar Castellucci: Comunidad organizada y liberación. Ibídem

[3] Alberto Gonzáles Arzac: Pensamiento exógeno y endógeno en la formación constitucional argentina. En www.nomeolvidesorog.com.ar

[4] Alberto Gonzáles Arzac: Ibídem

[5] Juan Domingo Perón: “Conferencia del Excmo. Señor Presidente de la Nación, General Juan D. Perón”, en Actas del Primer Congreso Nacional de Filosofía, Mendoza, Argentina, Marzo 30, Abril 9, 1949, Tomo I, Bs. As., 1950 (Edición al cuidado de Luis Juan Guerrero, Secretario de Actas del Congreso)

[6] Juan Domingo Perón: Conferencia… Ibídem

[7] Juan Domingo Perón: Conferencia… Ibídem

[8] Armando Poratti: La comunidad organizada: Vigencias y herencias.

[9] Para Armando Poratti: Perón, “en tanto estadista y conductor, tiene algo que bien puede llamarse filosofía , no espontánea sino largamente meditada, una concepción sobre el hombre, la naturaleza la historia, el estado, el poder, las relaciones con la trascendencia que va desarrollando-oralmente y por escrito, sobre todo en los años de exilio”. En La comunidad organizada: Vigencias y herencias.

[10] Oscar Castellucci: “lo que no nos resultaba fácil, en el caso de este texto inaugural al que en otro lugar denomine alfa del peronismo (si aceptamos que el modelo argentino para el proyecto nacional es su omega)”. En: Comunidad organizada y liberación.

[11] Ernesto Adolfo Ríos: “La vigencia Histórica de la Comunidad Organizada”, en La comunidad Organizada, ADRIFER Libros, Bs. As., 2001

[12] Juan W. Wally: Generación de 1940, Grandeza y frustración. Editorial Dunken, Bs. As., 2007

[13] En ese orden de ideas, cabe recordar que durante las primeras décadas del siglo comienzan a converger en las orillas de la gran ciudad tres sectores marginados por diferentes razones, convergencia que, con el tiempo, va a producir un intercambio sumamente trascendental. Confluirán en las orillas de Buenos Aires en primer lugar los orilleros desplazados por la política de progreso indefinido impulsado a partir de 1870: El gaucho y en menor medida el indio. En segundo lugar los orilleros provenientes de las corrientes inmigratorias provenientes del exterior del país y privados de la promesa de tierras. En tercer lugar los orilleros desplazados del trabajo rural a causa de la caída del modelo agro -exportador. Estos tres factores van a converger físicamente y a convivir intercambiando experiencias, expectativas, conocimientos y tradiciones, y naturalmente, desarrollando una serie de conceptos, de ideas que van a ser recogidos por el ideario Forjista. Este factor es clave, ya que FORJA convive y analiza todas y cada una de estas experiencias, articulándolas con algunas elaboraciones provenientes del pensamiento nacionalista de principios de siglo y con el Revisionismo Histórico. Surge así el nacionalismo popular incorporando definitivamente al pueblo en el concepto de Nación.

[14] Armando Poratti: La comunidad organizada: texto y gesto.

[15] Armando Poratti: La comunidad organizada: texto y gesto. Ibídem

[16] Alberto Gonzáles Arzác: Pensamiento exógeno y endógeno en la formación constitucional argentina. En www.nomeolvidesorog.com.ar

[17] Francisco José Pestanha: “F. O. R. J. A. De las catacumbas al poder”, en Ernesto Adolfo Ríos (compilador), F. O. R. J. A. 70 años de Pensamiento Nacional (”El Gobierno y el derrumbe”), Corporación Buenos Aires Sur, Bs. As., 2007.

[18] Para comprender cabalmente la labor forjista, pueden consultarse entre otros: Miguel Ángel Scenna: F. O. R. J. A.: Una aventura argentina (De Yrigoyen a Perón), Oriente, Bs. As., 1972; y los tres volúmenes de F. O. R. J. A. 70 años de Pensamiento Nacional, editados por la Corporación Buenos Aires Sur y la Comisión Nacional Permanente de Homenaje a F. O. R. J. A., durante los años 2006 y 2007.

[19] Si bien es cierto que José Luis Torres no estuvo formalmente afiliado a F. O. R. J. A., alguno de sus textos fueron difundidos en los legendarios cuadernos de la agrupación, del mismo modo que el sótano de la calle Lavalle lo contó entre sus habituales conferencistas.

[20] Juan Domingo Perón: El Modelo Argentino…

[21] Alberto Buela: Bosquejo de la Comunidad Organizada. En www.red-vertice.com

[22] Catalina Pantuso: La maldición de Malinche en la cultura política argentina. En www.cepag.com.ar

[23] Catalina Pantuso: La maldición de Malinche… Ibídem

[24] Juan Domingo Perón: La Comunidad Organizada… ibidem.

[25] Roberto Baschetti: El Primer Congreso Nacional de Filosofía en la Argentina. En www.labiblioteca.edu.ar

[26] Alberto Buela :Bosquejo de la Comunidad Organizada. En www.red-vertice.com

[27] Robeto Baschetti Roberto: El Primer Congreso Nacional de Filosofía… Ibídem

[28] Juan Domingo Perón: “La Libertad”. Articulo publicado en el periódico Democracia el 3 de febrero de 1951.

[29] Juan Domingo Perón: “Disertación en el VII Congreso Internacional de Cirugía, agosto de 1950″ Citado por Catalina Pastuso, La maldición de Malinche… Ibídem (Agencia Paco Urondo)

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