martes, 23 de junio de 2009

¿Hay que votar el cambio?, por Ignacio Fittipaldi

Capital Federal (Agencia Paco Urondo) En la novela de José Pablo Feinmann, La Astucia de la Razón, ocurre que a Pablo Epstein, su protagonista, lo habita un feroz cáncer de testículo. Al año siguiente el golpe militar del 1976 le carcome la conciencia política y de allí que el personaje principal sufra una desintegración físico-existencial, que no se sabe bien si responde más a su enfermedad o a las consecuencias de un régimen predatoriamente militar. Lo cierto es que nuestro hombre asiste a un proceso de autodestrucción física y mental que como sea responde a una doble vertiente: su enfermedad real y una implicancia del escenario político del tiempo que vive.

En cierta forma el punto de partida de esta editorial es la implicancia del tiempo político actual. La frecuencia con la que escuchamos frases que preocupan por la linealidad de las expectativas que retratan, ya que se entregan con alegría y las mas de las veces con esperanza de felicidad y realización, generan esta reflexión. Frases como “hay que votar para que esto cambie”, “gente que no venga de la política”, o “políticos con patrimonio propio para que no se afanen la guita nuestra” forman parte de un acervo propio y común a los últimos escenarios electorales.

Dichas afirmaciones implican un sin sentido perverso en tanto que son funcionales a los intereses de los que arriban a la política en representación de grupos económicos y no de proyectos políticos. No saben bien qué hacer con la política pero tienen muy claro para que vienen a la política.

Las elecciones de junio presentan entre las opciones electorales posibles, dos situaciones claras: de un lado esta el discurso de la letanía que desde hace diez años anuncia catástrofes que no suceden y la asunción al cargo de presidenta para lo cual la ciudadanía no la ha elegido nunca. Bien, de Carrió ya se hizo cargo el pueblo y las urnas. Por otro lado esta el discurso del Pro-cambio que en la ciudad de Bs.As es gobierno desde hace año y medio. Bien, no han podido siquiera cumplir la cantidad de kilómetros de vías subterráneas que habían prometido en la última campaña. En 2008 el gobierno de la ciudad autónoma de Bs.As ha subejecutado el presupuesto destinado a cultura, utilizando sólo el 40 % del mismo. Ahorran en cultura, mezquinan en educación argumentando que pueden pagar sueldos básicos de hasta mil quinientos pesos pero prometen sueldos mínimos de tres mil para una policía que aún no han logrado crear. Se erigen en los renovadores de la política esgrimiendo su no-vinculación con la política, proponen dudosos empresarios como la nueva dirigencia pero sin embargo se desconocen sus propuestas electorales. Quienes proponen el “cambio” como una instancia necesaria y positiva, tienen serias complicaciones a la hora de mostrar su labor legislativa y ejecutiva ya que se ausentan compulsivamente de las sesiones y con respecto a la gestión ejecutiva, lo antes dicho, no han podido ejecutar las obras que han prometido y no tiene una gestión que avale lo que ahora prometen, nuevamente. Entonces, ¿el cambio para qué y el cambio de qué? Así las cosas, el cambio que se postula es un salto al vacío, nos proponen iniciar una experiencia entre improbados dirigentes mientras se atraviesa una fenomenal crisis económica que tendrá sus consecuencias sociales, mientras transcurre la gestión de un gobierno nacional, con contradicciones pero con un proyecto vigente. Proponen cambiar de rumbo para verificar si son capaces o no de campear esa crisis. ¿Y si no lo son, quién pagará las consecuencias?

La cuestión de fondo es que en verdad lo que proponen no es el “cambio”, ello más que una alternativa es un intento refinado de obturar el proceso iniciado en 2003, demostrando que no quieren una Argentina cuyo rasgo distintivo sea la inclusión social.

Esa propuesta del “cambio positivo”, además de infantil, adolece de lecturas posibles, de factibilidades políticas. Finalmente se trata de gobernar, muchachos. Sin duda, al gobierno actual le cabe corregir los errores cometidos y mejorar lo hecho hasta aquí. Ahora, desear que esta compleja y disruptiva situación mejore porque el oficialismo pierda las mayorías electorales, al llegar el “cambio”, es iluso y mezquino.

Seamos astutos, distribuyamos la ilusión y la esperanza allí donde la lucha y el rédito sean posibles y no meras utopías electorales. Finalmente y como dice Don Corleone en El Padrino III “No odies a tu enemigo porque nubla el juicio.” Y no es tiempo de buscar derrotas evitables. (Agencia Paco Urondo)

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