miércoles, 22 de abril de 2009

Los menores son culpables del terror de los adultos que les determinan la vida, por Orlando Barone

Capital Federal (Agencia Paco Urondo) Las propiedades y riquezas de esta sociedad son de los adultos. Los palacios las chozas. Las cuentas bancarias y los altos ingresos. También son de los adultos los puestos de poder, de conducción y de dirección. En su mayor parte, el trabajo mejor remunerado y las funciones jerárquicas los ejercen los adultos. Son adultos quienes gobiernan, quienes juzgan, quienes vigilan y quienes educan. Los padres y abuelos son adultos. Y los tutores. Y el cura y el rabino y el pastor.

Así como está, este mundo está hecho por adultos. Son quienes fabrican las armas, quienes hacen las leyes, quienes imponen el castigo, quienes otorgan la libertad. Y quienes más reciben sus beneficios.

Los adultos hacen los los negocios, funden las empresas, diseñan los programas de televisión, seleccionan lo que se informa y lo que se omite.

Los adultos votan o no votan o derrocan a un gobierno. Los adultos son los candidatos. Son los que asesoran a promocionarse a los candidatos. Son los dueños de las tribunas y los estrados. Consagran presidentes, los esmerilan o los denigran. Determinan la moral y las costumbres; imponen lo que hay que aprender y lo que no hay que enseñar.

La vida está hecha por adultos y para adultos. Las ventanillas para sacar boletos están altas; y los escalones y los timbres. Todo está a su merced: hasta la organización de la vida de los chicos. Son ellos –los adultos- los que les conceden el pelotero o los privan de la infancia, los que fabrican el alcohol que los tienta, y quienes levantan los muros. Son quienes reproducen la vida y quienes la sepultan. Son los adultos los que corrompen y los corrompidos; los moralistas y los moralizadores. Si no fuera por los adultos el mundo sería otro.

Y en este mundo está ocurriendo algo extraordinario: los mas peligrosos, mas viciosos y más crueles son los chicos y los pibes. Por culpa de ellos los adultos viven aterrados.

¿No será hora de dejar de fabricarlos? (Agencia Paco Urondo)

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